Cuando comencé en este asunto de la psicología no sabía nada. Para ser mas exactos, solo sabía que los locos no me daban miedo , que me gustaba que me contaran historias y que me encantaba caminar en la oscuridad de la casa familiar.
Mi padre trabajó durante años en un manicomio y quería mucho a los internos. Fueron sus “compañeros” profesionales durante largo tiempo . Me llevaba allí muchas veces y me dejaba con ellos sin temor. A mi me parecía que sufrían mucho por estar encerrados.
Algunos, cuando no estaban tristes o enfadados, jugaban a juegos curiosos: un ágil y flaquito cleptómano, que era experto en esconder cosas para desespero de la víctima y risas de todos... un dulce anciano pianista que componía piezas que nadie tocaría jamás… una mujer muy gorda y triste, con las manos llenas de anillos, que vestía a los gatos del jardín con ropas de muñeca… un dibujante que grababa con un punzón en las paredes, un maravilloso mundo marino lleno de peces, sirenas, y monstruos en los casi dos kilómetros que el manicomio tenía de gélidos pasillos.
Yo no sabía entonces que sería psicoanalista. Solo sabía que me interesaba lo distinto. La expresión auténtica de los seres humanos. Y, a pesar de sus excentricidades, los locos eran de “verdad”.
Algunas veces me he preguntado, qué es lo que “empuja” a alguien hacia la Psicología como profesión. Tal vez, a muchos de nosotros, ya en la infancia nos caían broncas por evidenciar secretos de mayores que “veíamos” por detrás de sus silencios…o en la juventud los demás nos confiaban sus sufrimientos…Tenemos cara de “oreja” decimos a veces. O una secreta vocación de “cotillas”, como pretendía ofenderme un viejo amigo. Algo de razón tenía. Para ejercer este oficio te tiene que interesar la verdad bajo máscara, y también la literatura, las narraciones que cada uno de nosotros nos contamos sobre lo que creemos que es nuclear en nuestra vida. De hecho, los psicoterapeutas nos pasamos el día escuchando “historias”.
Formación y oficio
Muchos años después de haber conocido a los locos fui a la Universidad. Por supuesto no aprendí casi nada. En los años 70 en Barcelona, en la Facultad de Psicología, no existían demasiados profesores que tuvieran experiencia en práctica clínica y el conductismo, con su enorme banalidad, tranquilizaba a una joven facultad que quería ser “científica”. La pobreza intelectual era inmensa y eso resultó muy útil, porque nos obligó a ser autodidactas. Tuvimos que buscar bibliografía y estudiar mucho fuera del ámbito académico. Probablemente igual que ahora seguirán haciendo los más inquietos.
Mas allá de la psiquiatría promovida por el franquismo, fuera del mundo universitario, se constituyeron los primeros grupos de estudio psicoanalíticos. La oleada de colegas argentinos que habían estudiado en profundidad a Freud o a Lacán contribuyó a ello. Nunca me gustaron los psicoanalistas. Tenían algo que, tan sólo ahora, sé nombrar como complejo de poder y me alejé de unas formas de relación y formación que me parecían autoritarias, paranoicas y reduccionistas. Por aquel entonces, nadie aún me había hablado de Jung.
Todo lo que en Europa estaba consolidado, como el psicoanálisis o la antipsiquiatría, a España llegaría con retraso. La psicología humanista fue una corriente tolerante…, un cajón de sastre que permitía saber quién era Carl Rogers , Grof, o Wilheim Reich…
Finalmente, aparecieron en la ciudad personajes de prestigio a los que vi y oí, y que cambiaron absolutamente mi perspectiva sobre la psicología y la psiquiatría: Don Carlos Castilla del Pino, sin duda, fue capital. Le escuché en el salón de actos de la Fundación Miró, y me enamoré. Salí a la calle y, en una semana, ya me había comprado todos sus libros. Tal vez algún día, violentando su proverbial discreción, debería decírselo. Él encarna el rigor y la profundidad que yo no había visto aquí en nadie.
Luego fue a Franco Bassaglia, el que abría los manicomios en Italia, a quien escuché en un teatro , claro, con Darío Fo. Y algún tiempo después, conocí a Ronald Laing y me acerqué a otros autores a los que nunca llegué a conocer pero a los que si leí: Fritz Perls, Moreno, Bión, Foucault, y por supuesto Freud y Lacán.
Mientras tanto, con las orejas muy abiertas, aprendí mucha Terapia de grupo , asistí a cuantas supervisiones clínicas me permitieron, tanto en el manicomio , con el Dr Palet, Folch etc..que comenzaban a construir los llamados “Centros de Higiene mental” de orientación psicodinámica; como en el Hospital Clínico de Barcelona , con el Dr Sarró, Feducci etc…, en la Escuela de Psiquiatría, hoy desaparecida.
Mas tarde me formé durante años en Psicodrama, y en pequeñas técnicas menores que parecían descubrir la panacea , asistí a grupos de estudio psicodinámicos, fui mucho al cine y al teatro, leí mucha literatura , sin tener conciencia ninguna de que eso suponía el aprendizaje de la psicología profunda y, sobre todo, con 25 años, comencé a trabajar, tanto en la práctica privada como en la pública.
La psiquiatría pública es una gran escuela para un psicólogo clínico porque permite atender patologías que no llegan casi nunca a las consultas privadas. Recuerdo con afecto las largas conversaciones sobre psicofarmacología y diagnóstico con el Dr J.L.Macho , las sesiones clínicas con psicóticos con el Dr F.Teba , que tranquilizaba y enseñaba a una joven psicóloga asustada. Aunque observar la inconsistencia teórica y clínica de la mayoría de los psiquiatras y psicólogos , supervisores lacanianos y sistémicos incluidos, con los que compartí equipo en los tres Centros de Asistencia Primaria en los que trabajé durante nueve años, también fue un gran acicate para seguir estudiando.
He conocido a muchos profesionales mas interesados en el lugar institucional que lograban ocupar, que en la intervención clínica.
Siempre me ha resultado difícil aprender si el otro no resulta ser interesante y carismático, si no le puedo respetar su saber. He de confesar que, teniendo a Saturno en el ascendente, por utilizar la astrología como método diagnóstico, dispongo de un radar inmediato ante la hipocresía y la mediocridad, incluida la mía.
Años mas tarde comencé a estudiar Terapia Familiar con la Dra Paloma Lago, y conocí personalmente a algunos terapeutas familiares: S.Minuchin, M.Selvini, M.Andolfi…, que me enseñaron mucho sobre riesgo, estrategias y posicionamiento frente a los pacientes. Les vi trabajar directamente y , sobre todo lo demás, me enseñaron la enorme importancia de mantener en las sesiones el sentido de humor y la capacidad de juego frente al discurso dramático del paciente.
Y, al fin, alguien me habló de Jung.
La Dra Natalia Idelhson es una dulce y poderosa psiquiatra junguiana a la que acudí a los ventiseis años para comenzar mi análisis. Me acompañó muchos años, todos los lunes a las tres, aun lo recuerdo.
Mucho tiempo después, me regaló un pequeño librito, que cambiaría mi camino profesional y vital : Los complejos y el inconsciente, de C.G.Jung. Fue ella quién me propuso integrarme en el camino de la Psicología Analítica.
Después de varios años de formación ortodoxa , cumpliendo los requisitos que la IAAP solicita: Grupos de estudio, horas de análisis personal y de supervisión; entré a formar parte como Analista de la Sociedad Española de Psicología Analítica ( S.E.P.A), que a su vez pertenece a la IAAP. El verano siguiente de titularme como junguiana, fui a Suiza a ver su casa y al Instituto Jung, y , acompañados por Paul Brutche, su familia nos permitió conocer el torreón de Bollingen . Transitar por los espacios privados de Jung dio absoluta consistencia a un modelo vital intenso, vigoroso, entregado y honesto , que ya había intuido al leer su obra.
Mas allá del análisis, que es la formación básica de cualquier psicoanalista, si alguien ha sido mi profesor constante, supervisor y ahora amigo, es Enrique Galán. Él es la persona más culta, generosa y erudita en Psicología , que he conocido. Supervisé también con M. Zapata y P.Brutche, pero las intensas horas de estudio que dirigió en mis inicios formativos en el ámbito junguiano fueron claves.
A él exclusivamente debemos la edición de las O.C. de Jung en castellano y a él la creación y el desesperante empeño de divulgar con rigor la obra de C.G. Jung, constituyendo para ello la Fundación C.G.Jung de España . Años después de haber dimitido de mi pertenencia a la S.E.P.A en 1998 , volví a colaborar en otra institución: La Fundación C.G.Jung, a la que aún hoy pertenezco.
Hace dos años tuve la osadía de provocar el encuentro y la suerte de conocer personalmente a James Hillman. Sin duda, el contacto directo con él no ha hecho más que confirmarme que sigo, como antaño, eligiendo tan sólo a profesores a quienes pueda respetar por su rigor, honradez, profundidad y carisma. La lectura de su obra teórica, completamente renovadora y crítica dentro de la Psicología Analítica ha ampliado y transformado mi forma de intervención clínica.
Espacio clínico
Aunque podría ser interesante describir algunos aspectos de algún caso clínico , no me ha parecido oportuno aportar ninguno. En un primer momento consideré la posibilidad de explicarles un fracaso. Esas son las lecciones a sangre y fuego. Sin embargo no lograba encontrar el material adecuado. Al cabo de unos días comprendí que no solo no debía , por discreción, mostrar la privacidad de otro; me parecía mejor no extraerlo del ámbito secreto de la consulta, también en un afán de no ser reduccionista. Cada caso es único y la formación e instrumentación de lo que uno ha aprendido durante años de oficio, logra una síntesis que no es siempre ni ortodoxa, ni pormenorizable.
Asi que he decidido hablarles de esta profesión, intentando contar el tono y no los detalles del proceso terapéutico, aunque para ello he necesitado recurrir a lo poético o metafórico, único modo de poder expresar someramente lo que sucede en las sesiones con el paciente.
“Cuando miramos un espejo pensamos que la imagen que nos ofrece es exacta. Pero si te mueves un milímetro la imagen cambia. Ahora mismo, nosotros estamos mirando un círculo de reflejos sin fin. Pero a veces el escritor tiene que destrozar el espejo - porque es en el otro lado del espejo donde la verdad nos mira a nosotros”. Harold Pinter.
Este es un oficio que está ausente de orden sistemático, de instrumento tras el que protegernos. Vivimos cada sesión con aparente naturalidad, en un torbellino que se convierte a veces en tornado...con un epicentro que ignoramos y que nos arrastra , a empujones, por deslizantes toboganes desquiciados que no nos pertenecen. ¿O tal vez sí?.
No es esto un trabajo, si aceptamos que trabajar esta cerca de “traba”. No es este un trabajo que se sostenga en un ritmo discursivo-lineal. No se sostiene solamente en lo racional, ni en lo ideológico, ni en lo caracteriológico....está mucho mas cerca del Arte.
Vivimos arrastrados por relaciones sutiles, en donde lo que se juega es el fenómeno mas secreto de la vida. Todo lo que ocurre; si es que alguna vez sabemos algo de lo que ocurre....no se estructura en un ideario fundado solo en lo racional, o en pautas de lo llamado científico, aunque debemos leer mucho para objetivar minimamente. Está regido a su vez , por una música nueva cada vez original; que se construye de forma misteriosa por un impulso hacia lo infinito, hacia lo espiritual, hacia lo verdaderamente humano.
Y en el tránsito, esa profunda desconocida que es la Psique...solo se puede captar, no sabiendo....toda ciencia trascendiendo, como diría el santo. Pero vienen a contarnos cada día , que sufrimos aparentemente en lo pequeño, lo cotidiano, lo concreto, frecuentemente poblado el discurso de nombres ajenos. Aparentes protagonistas y “responsables” de nuestra vida. Y con esfuerzo de comadrona rural intentamos que nazca otra forma, otra conciencia...
Hay que sacarla de ahí sin correr, intentando salvar al corazón de la anoxia , aguantando las frecuentes dentelladas asustadas del vértigo del paciente....... llevándola a lo universal para que el alma se expanda y respire tranquila......sin que sea posible explicar el porqué, sin verbo....guiando al Yo hacia el desapego, justo en el acto paradójico de hablar del propio apego, del sentido simbólico de lo aparentemente real.
Y de repente, algún momento distinto; un cierto encuentro con el milagro...justo cuando uno menos lo esperaba. Bocanada de aire fresco......Difícil, difícil el camino del equilibrista en la cuerda floja.
Este oficio está mas cerca del Arte; no del arte menor ; que se convierte en idea, o en ideología; o del preocupado tan solo por la novedad y originalidad de la forma....no. Hablo del Arte que transforma al artista; del “medium” al que le dictan y sin “saber”, da cuerpo y su obra le trasciende. Incluso a su costa.
Cada sesión es una realidad irrepetible, inaprensible e inexplicable.
En un intento de orden y de intención aclaratoria, los maestros de este oficio han escrito miles de páginas para poder comprender algo; pero el misterio sigue vivo.
La función del terapeuta es restar importancia al Yo, mimándolo a su vez, para que no se fracture. Hay que tener, para lograrlo, una actitud tan plástica que nos convierte en instrumento y materia a la vez. Pincel y pintura....ser objeto indicador y material constructivo; por supuesto sin saber, ni quién pinta, ni tener la posibilidad de ver jamás el lienzo terminado.
Una verdadera locura. Hay que ser alguien fuerte y profundamente excéntrico para poder soportarlo.
Precisamente, por toda la limitación de esa realidad; puede aparecer, si , se le permite que aparezca....el Otro lado. Justo, porque hay uno de los dos que lo sabe, o cree saberlo. Ese, que es el que mas se expone, aunque no lo parezca: El terapeuta.
Sensaciones y emociones que nos orientan, en algunas ocasiones, y que casi nunca podremos compartir; puesto que ese vínculo puede ser cualquier cosa, menos simétrico.
Se produce entonces la gran clave: La proyección mutua. Extraño engendro. Criatura inasible, muda, sorda y ciega, la transferencia y la contratransferencia, piedra angular del asunto.
Transferencia cocinada por un cocinero invisible, que se convertirá , si hay suerte, en alimento procesado...receta sin título en la nueva carta de esa mesa .
Digerido con obligada calma , nutre la posibilidad del nacimiento de algo nuevo; que ya no es la limitada luz del Yo; ni la ceguera desde el sótano...Es, por vez primera, la mirada desapegada desde un lugar que nos trasciende.
De esta relación insólita de dos seres humanos , de tal intensidad que no se parece a nada de la realidad, nace algo mejor, únicamente libre; que intuye el terapeuta y sabe con certeza el paciente, por su albedo. Algo nacido en chispa, concentrado y tan solo expandido mucho tiempo después; con una fuerza interior tan grande, que la íntima relación del paciente con el terapeuta estalla en mil pedazos y se convierte en criptonita fecundante.
La tarea del terapeuta, sencilla en apariencia, es heroica : Una renuncia constante; de una gran complicación retórica. Una traición frecuente a su ser más íntimo. Absurdo curioso que solo así promueve lo profundo, lo incomprensible. Viejo actor que, teniendo muchas y obligadas tablas…las olvida e improvisa , pareciendo que lo que hace es natural y fácil.
Este es el único camino que conocemos , la ardua tarea del análisis de la Psique. Está compuesto de materia frágil y atómica: Historias de secretos y sufrimientos que descartamos en el detalle para escuchar atentamente su rumor bajo las turbulentas aguas… Sueños, que no siempre interpretamos…porque sabemos que reducirlos pervierte su efecto, Síntomas , que la psiquiatría se empeña en aniquilar, cuando el malestar es el motor clave del deseo de investigar...
Y al final la Consciencia , que nos permite narrar de manera absolutamente distinta nuestra vida. Imposible volver a la historia que nos contábamos al inicio , gracias al lento y meticuloso camino que hemos recorrido juntos , paciente y terapeuta , con el único objetivo de que el ser humano que llegó el primer día…se vaya siendo otro, mucho mas independiente, tranquilo, libre y entero.
Epilogo
Desde aquel primer encuentro con la obra de Jung hasta ahora, han pasado mas de veinte años y mi formación, a partir de su cuerpo teórico, me sigue pareciendo apasionante. Conocer su obra y divulgarla es una tarea difícil, pero también conmovedora.
Ya he comprendido , a través del tiempo transcurrido, que esto no es solo un oficio, es una posición vital. Algo de psicología he aprendido durante estos casi treinta años de profesión, pero desde que me licencié hasta hoy, mantengo el mismo criterio: la entrega, el rigor, sentido del humor y una enorme capacidad de juego son las categorías básicas de mi acción terapéutica.
Hoy recuerdo a los locos del manicomio de mi infancia y, creo que ellos ya tenían casi todas esas actitudes…Sólo que ellos sufrían sin tener las palabras. Y yo ahora…algunas ya las tengo.
Silvia Tarragó
Psicóloga Clínica.
Colg 3.146. Barcelona
Analista Junguiana
Directora en Psicodrama
Terapeuta Familiar Sistémica
Vicepresidente de la Fundación C.G.Jung de España.
Consulta
La Psicología Analítica o Psicología Profunda sigue el corpus teórico del eminente psiquiatra C.G.Jung.
El trabajo terapéutico está dirigido fundamentalmente al autoconocimiento, al bienestar y a la libertad. La metodología es la escucha atenta , el análisis de los sueños, la comprensión del mensaje de los síntomas y la exploración de la imaginación y de la creatividad.
Cuando alguien está dominado por su malestar tiene una gran oportunidad de conocimiento. Esa búsqueda es el unico camino hacia la liberación y el desarrollo de nuestro carácter básico.
El trabajo terapéutico está dirigido fundamentalmente al autoconocimiento, al bienestar y a la libertad. La metodología es la escucha atenta , el análisis de los sueños, la comprensión del mensaje de los síntomas y la exploración de la imaginación y de la creatividad.
Cuando alguien está dominado por su malestar tiene una gran oportunidad de conocimiento. Esa búsqueda es el unico camino hacia la liberación y el desarrollo de nuestro carácter básico.
Silvia Tarragó
"El mundo es tal como lo vemos en nuestros sueños y poemas, visiones y pinturas, un mundo que es verdaderamente un cosmos, cosméticamente adornado, un acontecimiento estético para los sentidos porque ellos se han vuelto instrumentos del imaginar".
James Hillman
James Hillman
jueves, 8 de febrero de 2018
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